30 enero 2007

Educar la intuición


Cierto autor decía que hay personas que pueden "saber la verdad en dos segundos". Ilustraba esa afirmación con el caso de psicólogos que pueden predecir divorcios de matrimonios que vienen a su consulta con sólo observarlos durante tres minutos, o el caso de un entrenador de tenis que puede adivinar cuándo un jugador va a cometer doble falta con su saque o el de un experto en antigüedades que reconoce las falsificaciones a los pocos segundos, sin necesidad de realizar comprobación alguna.
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Hablamos del instinto, de la inteligencia intuitiva o, simplemente de la intuición. Se ha descubierto que la acumulación de experiencias en el inconsciente constituye un formidable capital mental que utilizamos sin darnos cuenta.
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La intuición ayuda a suprimir los infinitos caminos que se le brindan a la razón cuando debe enfrentarse a una situación.
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Desde luego, la intuición puede educarse para convertirla en un aliado. Su principal enemigo es el prejuicio, aquella opinión que no deja espacio al cuestionamiento. El instinto puede educarse concentrando nuestra memoria en los insignificantes detalles que antes despreciábamos, de manera que acabaremos haciendo de ellos nuevos criterios.
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Otros elementos de bloqueo, además de los prejuicios, son el miedo, el egoísmo, la negatividad y el criticismo. Para intuir es preciso saber conectar con las emociones. Principalmente con las propias, pero también con las de los demás.